miércoles, 16 de abril de 2008

HE ESCRITO UN CUENTO "EL PUEBLO PERDIDO"


Voy a contaros la experiencia más grande de mi vida, siempre había oído o leído libros de cómo conseguir ser feliz, pero siempre había pensado que la felicidad la daba el dinero, así que dedique la mayor parte de mi tiempo a trabajar, había conseguido tener mucho dinero, pero todavía no me había llegado la felicidad, trabajaba más y más , pero seguía sin ser feliz, harto de esperar, decidí por primera vez en muchos años coger unas largas vacaciones y dejar de buscar algo que no sabía donde estaba y como conseguirla. No sabía ni preparar una maleta, así que no me complique puse 4 cosas y el resto lo compraría por el camino, decidí no coger el coche, ya que todos los días lo necesito para mi trabajo y tenía ganas de perderlo de vista. Me fui a la estación y sin pensármelo mucho me subí al primer tren de larga distancia, no pregunte donde me llevaba, pues tenía el pensamiento de bajarme en cualquier pueblo que me llamará la atención y así lo hice.
Llevaba como unas 4 horas en el tren y todavía no había decidido bajar, cuando por el altavoz oí: próxima parada el pueblo perdido, me hizo gracia escuchar el nombre del pueblo “perdido”, ya que el perdido era yo, no sabía dónde estaba ni donde iba, de un impulso me levante cogí mi bolsa y espere a que se abrieran las puertas del tren, donde decidí bajar. Me fije a ver cuanta gente bajaba o subía pero me quede extrañado al ver que la única persona que bajaba del tren era yo, y que tampoco nadie subió al tren. Reconozco que en el momento que el tren se ponía en marcha y me veía que me quedaba solo, quise correr hacia el tren y abandonar esa aventura que me había propuesto, durante segundos dude, pero mi decisión fue quedarme.

Lo primero que me llamo la atención el pueblo es que de repente el sol brillaba de una manera especial, había una brisa agradable, la gente iba sonriendo en todo momento, en fin todo lo que iba viendo tenía un encanto especial, yo estaba asombrado de lo estaba ocurriendo a mi alrededor, no podía pensar con claridad y decidí entrar a un bar a tomar un café, necesitaba algo fuerte para poder reaccionar y asimilar lo que estaba viendo.

Cuando me acerque a la barra se acercó un señor sonriendo y me pregunto que deseaba tomar, yo le dije: un café bien cargado el señor siguió sonriendo y me dijo que enseguida me lo traía. Después de tomarme el café seguí viendo como el señor no paraba de sonreír, así que me acerque y le dije: porque sigue sonriendo? El señor muy amable me contestó porque es mi primer día de trabajo como camarero y me estoy divirtiendo mucho preparando cafés.
Yo no supe que decirle así que pague mi café y salí del bar pensando que ya no tendría más alucinaciones y que este pueblo era normal como cualquier otro pueblo. Me equivoqué en adelantar acontecimientos, este pueblo no era normal, me explico. Entré a una tienda para comprar comida para mi viaje y me encuentro a un chico que estaba colocando botes de tomates cantando en voz baja y sonriendo a la vez, así que le preguntó que sí le hace gracia colocar botes de tomate y el chico me contestó: es divertido porque es la primera vez que lo hago, y siguió cantando. Cogí algo de comida y de bebida y me fui hacia la caja, allí me encontré a la cajera moviendo los pies al son de la música y riendo, así que por tercera vez en el día le dije: porque está tan contenta. La cajera me contestó: de pequeña siempre jugaba con mis amigas a que yo era la cajera de un supermercado y ahora que lo soy de verdad, me divierto haciéndolo.

Cuando salí de la tienda ya no sabía que pensar, tenía un sentimiento de salir pitando del pueblo y otro a la vez de quedarme para averiguar un poco más de la gente tan peculiar que vivía en este pueblo, decidí no sé porque, lo segundo, así que a la primera persona que se me cruzó le pregunte donde había un hostal, y con una sonrisa me explico el camino.
Hostal bienvenido ponía en la entrada, entre y dije: “Buenos días, desearía una habitación”. La señora con una sonrisa y una amabilidad que sobrepasaba lo normal me contestó: “Buenos días, cuantos días desea quedarse? Si usted decide quedarse varios días, no se arrepentirá. Este pueblo está lleno de lugares fantásticos, y todos ellos tienen algo especial que usted podrá llevarse”.
No llevaba ni una hora en el pueblo, y no me veía capaz de asimilar lo que me estaba pasando. Decidí inspirar y expirar aire, como lo acostumbro hacer en las clases de yoga. Lo hice varias veces para tranquilizarme un poco. Cuando pensé que lo había conseguido, volví a mirar a la señora i seguía con una sonrisa en la boca, esperando a que me decidiera a decirle alguna cosa. Decidí quedarme unos días. Mientras subía a la habitación, sólo pensaba en una ducha de agua fría para despertarme de una vez.

Después de la ducha y una siesta bajé a la recepción. Sorpresa, no estaba la señora de antes. En su lugar había una chica joven. Y con una sonrisa me dijo: “Señor aquí tiene un plano de los lugares que ha de visitar, espero que disfrute de ellos”. Sólo le contesté: “Gracias”.
Cuando estaba en la calle me di cuenta que la ducha fría y la siesta no había conseguido despertarme de este sueño que estaba viviendo. Buscaba explicaciones en mi cabeza de porque todas las personas que me había encontrado en este pueblo desde que llegue siempre eran tan amables y siempre estaban sonriendo, pero como no encontré la respuesta decidí no hacerme más preguntas y relajarme. Así que, cogí el plano que me había dado la chica del hostal y me puse a mirar que lugares me había señalado para visitar.

El primero decía. Visitar la Torre de Oro, y como en el plano indicaba la dirección, me puse en marcha.El camino era agradable hasta que me encontré con unos niños jugando. Pensé: ¡Niños! ¡Socorro!, intenté disimular, esquivándolos y cambiando de camino para no cruzarme con ellos, pero debieron ver como disimulaba porque, enseguida los tuve delante mío. “Buenos días” dijeron los niños a la vez. “¿Se dirige a la Torre de Oro? Yo contesté. “Sí”. Y aceleré el paso para intentar dejarlos atrás. Los niños consiguieron alcanzarme una vez más, y el más pequeño se me acerco y con una sonrisa me dijo: “Cuando entres a la Torre de Oro no te entretengas con todo lo que veas, sólo busca lo que te interesa, y no pierdas el tiempo”. Yo le di las gracias y seguí mi camino, sin dejar de pensar que en este pueblo hasta los niños eran agradables.

En seguida encontré un cartel que ponía “Torre de Oro”. Mi primera impresión fue de desilusión, esperaba encontrarme una Torre de color dorada y con que me encontré, con una cabaña de madera y pintada de color amarillo.Decidí entrar sin perder más tiempo. En la puerta había un señor con una cara de serio entretenido leyendo una revista, por fin comenzaba a ver la realidad, alguien en este pueblo que no sonríe, y me acerque al señor y le dije: “Buenos días”, el señor no me contestó y siguió leyendo. Yo volví a insistir, por si no me había oído “Buenos días”, el señor me miró con cara de pocos amigos y me dijo: “¿Que quiere?”Le expliqué que la señora del hostal me había dicho que viniera a ver la Torre de Oro. El hombre contestó: “Yo soy el único del pueblo que no ha entrado a la Torre de Oro y no pienso entrar nunca. “¿Por qué?” le pregunté: “Yo no necesito nada de aquí dentro” me contestó. Yo deje de ser curioso y decidí entrar.

La verdad es que tengo que decir, que durante unos segundos, pensé en salir corriendo de ese lugar, pero, si soy sincero, no sé porque no me fui. A la entrada me encontré con unos espejos. Me acerqué al primer espejo y me vi reflejado como si hubiera estado comiendo una semana entera sin parar. Cuando me vi en el espejo de esta manera, comencé a reírme de mi mismo. Me hacía gracia verme así. En el segundo espejo, me vi reflejado de otra manera, parecía que no había comido durante un par de meses. También me hizo gracia y me puse a reír de mi mismo. En el tercer espejo me vi tal como yo era, y también me puse a reír de tal manera que me salían las lágrimas. No podía parar de reír. El del espejo era yo, tal como soy, y me estaba riendo de mi mismo. No podía pensar que era lo que me estaba haciendo tanta risa, pero ver mi sonrisa reflejada en el espejo me hacía sentirme bien i con ganas de reírme más y más.
Cuando salí del lugar, me hacía daño la barriga de tanto reír. Me despedí del señor y, mientras decidía a qué lugar iba, pensé que después de los mensajes había una estantería llena de objetos de regalo, pero que no me paré ni un momento en mirar que había, y me di cuenta que no me había llevado nada de recuerdo.

El segundo lugar donde me dirigía se llamaba: “El lago de los cisnes”, que nombre más bonito. Durante el camino, me volví a encontrar con los mismos niños de antes, pero esta vez no intenté esquivarles. Se me acercaron y el más pequeño me dijo: “¿Qué te has llevado de la Torre de Oro?” Yo le contesté: “Me entretuve con unos espejos y se me olvido de llevarme nada”. Y el niño me contestó: “Sí que te has llevado alguna cosa, lo llevas puesto”. Y sin decirme nada más se fueron corriendo. Yo me miré por todos lados y no vi nada.
Cuando llevaba casi una hora caminando, vi un cartel que ponía: “Has llegado al Lago de los Cisnes, si ves algún cisne puedes darle comida y también acercarte a ellos para acariciarles”. Pensé que cartel más extraño, lo normal sería que pusiera lo contrario, “No dar comida a los animales y no acercarse a ellos”.
Me senté cerca del lago, viendo lo maravilloso que era aquel lugar y me quede pensativo un rato, pero me duro poco el pensar. Tenía delante mio un Cisne precioso que intentaba con el pico coger algo para comer, pero no tenia suerte. Se le veía agotado. Sin pensármelo dos veces, mi intención fue meterme en el lago para haber si podía ayudarle. El agua no estaba fría. El Cisne no se movía, no fue fácil pero al fin conseguí que comiera algo. Parece que le gusto la comida, pues no se separaba de mi lado. Como en la entrada había leído que podía darles de comer y acariciarlos, pues eso es lo que hice. Cuando estaba acariciándolo, noté como el bello de los brazos se me ponían de punta, y sentí una satisfacción por haberlo ayudado. Como yo no tenía prisa y el cisne parecía que tampoco, me quede un rato a su lado. Cuando empecé a sentir frio, decidí que era la hora de irme, me despedí del cisne y me fui de aquel lugar tan mágico.

El último lugar que visitaba era “El pozo de los deseos”. Nunca adiviné porque le llamaron así, ya que no había ningún pozo. Sólo me encontré con varias cabañas una al lado de otra.
Entré en una cabaña y vi como una abuela que le estaba enseñando a su nieta a cocinar un pastel. Era encantador como la nieta intentaba hacer todo lo que su abuelita le decía. En la siguiente cabaña, tuve la suerte de ver como un padre le enseñaba el oficio de carpintero a su hijo. En la tercera cabaña me quede un rato más que las otras. Había una madre explicándole un cuento a su hija pequeña. Me quede con la boca abierta viendo la cara de alegría de la niña.
Cuando salí de la tercera cabaña, espere un buen rato para entrar en la siguiente. Estaba sentado en un banco meditando todo lo que estaba viendo, cuando, de repente, se me acercó una señora y me dijo: “¿Necesitas llevarte más cosas?”. Yo le contesté: “No me he llevado nada”. La señora insistió: “Desde luego que te has llevado cosas, nada más te preguntaba si necesitabas llevarte algo más”. Yo no supe que contestarle, porque en ese momento no comprendía de que me estaba hablando, la señora estaba convencida de que me llevaba muchas cosas, y yo no tenía nada.

Entré en la última cabaña decido llevarme cualquier cosa, para después enseñárselo a la señora. La sorpresa fue mía cuando entré, dispuesto a comprar muchas cosas y salí sin nada, pero, eso es lo que pensé en ese momento. Nada más entrar a la cabaña, una señora me pidió si podía ayudarle a dar de comer a su hijo pequeño que ella tenía que atender a otro de sus hijos. Yo le ayude encantado. Después, me pidió si podía ayudar a su madre, que era una mujer mayor, y necesitaba de alguien fuerte como yo para llevarla a pasear, y yo lo continué haciendo encantado. La verdad es que parecía que yo estaba hipnotizado, y es que no podía imaginarme que se pudiera ser tan feliz, con tan poco. Me explico, la pareja tenían 4 hijos y todos muy pequeños, también estaba la abuela. Eran muy humildes y todos iban con ropas muy sencillas, pero creo que jamás había visto a una familia que con tantas carencias, desprendían tanto amor. Disfruté jugando con los niños a la pelota. Después, me quede un buen rato hablando con la familia, eran muy amables y me hacían sentirme tan bien que no me hubiera ido ese lugar, pero empezó a oscurecer, y agradecí a la familia el rato que me habían dedicado.

De camino al hostal, sentía un extraño peso en mi espalda como si llevara una gran mochila llena de cosas. Me volví a encontrar con la señora del banco donde me había quedado un rato a meditar y me dijo: “Ya no necesitas más cosas, te las has llevado todas”. No sabía a que se estaba refiriendo, pero no deseaba llevarla la contraria, y le dije: “Sí me las he llevado todas, gracias”.
Cuando llegue al hostal, la chica joven me dijo: “Que tal como le ha ido”. Le contesté: “Perfectamente, me ha gustado mucho todo, gracias por avisarme que este pueblo tenia lugares tan bonitos, mañana me voy, y me llevo muy buenos recuerdos de cada sitio que he visitado”. La chica me contestó: “Y no te olvides que también te llevas todas las cosas que has ido cogiendo en cada lugar que has visitado”. Yo pensé: “ ! Otra vez con lo mismo! qué manía tienen la gente de este pueblo que me llevo muchas cosas y que yo sepa no he cogido nada.”

Al día siguiente me levanté como si fuera una persona nueva. Dejé el hostal y pensé que experiencia más bonita acababa de tener en este pueblo. Pero, casi se me olvidaba, que yo me quede para adivinar porque la gente de este pueblo siempre sonreía, siempre son tan amables y porque se les veía tan felices con su vida. No disponía de más tiempo para adivinar la respuesta, pero había pensado que la próxima vez, me llevaría los secretos de este pueblo, pues había decido volver.

Volví a mi casa y a mi trabajo. Pasado unos meses me di cuenta que la gente del pueblo tenían razón, me había llevado muchas cosas de todos los lugares que había visitado. Yo buscaba alguna cosa material pero no podía encontrarla, porque lo que me había llevado no era material, si no que lo llevaba dentro de mí: me había llevado puesto la sonrisa de la “Torre del Oro”, entendí lo importante que es tenerse respeto a uno mismo y a los otros en “El Lago de los Cisnes”, comprendí y aprendí el significado del verbo “amar”, pues me lo habían regalado en “El Pozo de los deseos”.

Mis compañeros y familiares me preguntan el nombre del pueblo donde estuve, porque también quieren llevarse todo lo que yo tengo ahora, y yo le respondí que no se tienen que perder en ningún pueblo para aprender que lo mejor es no perder nunca la sonrisa, respetar y dar todo el amor que uno desee.


Espero que os haya gustado, yo disfruté mucho escribiendolo. Un beso a todos

1 comentario:

Desi dijo...

mi me ha encantado ,ya te lo dije en su momento.Realmente es un cuento que te hace pensar y recapacitar.Cada día aprendo algo nuevo contigo.
Un besito